La historia de la literatura dominicana se inicia con el nombre de Colón que nos dejó, en su diario marítimo y en sus cartas, las primeras descripciones sobre la naturaleza de la isla y que supo sentir y expresar como nadie los encantos del paisaje nacional y aun trasmitimos sobre él una visión poética y a veces sobremanera literaria.
Es evidente que el eximio geógrafo no fue un artista verbal ni un escritor de estilo. Pero la naturaleza del trópico se refleja en sus escritos con toda la frescura y con toda la viveza de la primera impresión. La fantasía del genio, poseída por una deslumbradora embriaguez panteísta, se exaltó en presencia del mundo tropical, del nuevo paraíso en cuyos bosques no había aún aparecido la serpiente de la codicia humana. El hombre de otras latitudes, el europeo familiarizado con un paisaje exhausto y desteñido en que los mismos árboles tienen algo de artificial como en los cuadros de Nicolás Pussín y de Claudio de Lorena, relata con sencillez la emoción que en él produce esta tierra ubérrima, este suelo sin degeneraciones en donde la naturaleza conservaba aún el empuje primitivo de sus fuerzas ciegas y fatales. La contemplación de este nuevo y deslumbrador espectáculo excitó la fantasía poética y removió las fibras más hondas de la sensibilidad en el navegante de imaginación soñadora.
Joaquín Balaguer
Es evidente que el eximio geógrafo no fue un artista verbal ni un escritor de estilo. Pero la naturaleza del trópico se refleja en sus escritos con toda la frescura y con toda la viveza de la primera impresión. La fantasía del genio, poseída por una deslumbradora embriaguez panteísta, se exaltó en presencia del mundo tropical, del nuevo paraíso en cuyos bosques no había aún aparecido la serpiente de la codicia humana. El hombre de otras latitudes, el europeo familiarizado con un paisaje exhausto y desteñido en que los mismos árboles tienen algo de artificial como en los cuadros de Nicolás Pussín y de Claudio de Lorena, relata con sencillez la emoción que en él produce esta tierra ubérrima, este suelo sin degeneraciones en donde la naturaleza conservaba aún el empuje primitivo de sus fuerzas ciegas y fatales. La contemplación de este nuevo y deslumbrador espectáculo excitó la fantasía poética y removió las fibras más hondas de la sensibilidad en el navegante de imaginación soñadora.
Joaquín Balaguer
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