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Escritos: Revista Cultural

viernes, 9 de noviembre de 2018

Primer Concurso de Cuentos Radio Santa María, 1993, pdf descarga gratis


Los concursos, en términos generales, tienen una finalidad muy válida. Sirven para dar la oportunidad al que generalmente no la tiene. Por lo tanto, estimula la producción, el esfuerzo, la emulación y la creatividad, cualidades todas que necesitamos en grandes cantidades en las circunstancias actuales. En el caso de los concursos de arte, son quizás más necesarios aún; ya que la publicación, aunque sea en los periódicos nacionales no es una empresa fácil. Por una parte, hay muchos en turno esperando su oportunidad y por otra, los costos de la publicación de un libro sobrepasan las escasas posibilidades de la generalidad de los dominicanos.

Así pues, los jóvenes escritores están siempre en espera de conseguir una oportunidad, propiciada a través de los concursos. Ahora bien, concursar requiere de valentía y de seguridad. Nadie concursa por concursar, se hace porque se cree que se tiene algo que decir a los otros y que esa pequeña parte de la verdad puede ser importante para los otros. El dinero, en la mayoría de los casos, no es relevante.
Es por eso que siempre me han agradado todos los concursos artísticos y en la medida de mis posibilidades he colaborado en los literarios reuniendo ya algunas experiencias en concursos locales y regionales; en consecuencia, cuando el padre Tom Lluberes me llamó para pedirme que colaborara en el “Primer Concurso de Cuentos de Radio Santa María”, acepté gustosamente.
Reflexionando sobre el Concurso, advertí que en este caso había muchas circunstancia especiales. En primer lugar, el alcance de Radio Santa María es muy considerable y sus oyentes muy fieles. Por lo tanto, debería esperarse una participación fuera de lo común. En los concursos de la “Alianza Cibaeña”, del “Ateneo Minerva Mirabal”, el del “Municipio de Jarabacoa” o en el “Concurso de Navidad de la Diócesis de Higuey” y otros, el número nunca excedía los cincuentas textos participantes; por lo que deduje, en una verdadera pirueta de malabarista, que quizás pasarían de doscientos cincuenta. Faltando solo diez días para la entrega de los premios me hicieron llegar los últimos paquetes, alcanzando el número de cuatrocientos veinticinco (léase, 425 por favor). Hasta prueba en contra, es el más nutrido concurso de cuentos del que he tenido noticia en el país.
Por otra parte, también debía suponerse mucha heterogeneidad. El alcance de Radio Santa María las características de sus radiooyentes nuevamente marcaban la diferencia. No solo heterogeneidad en cuanto a las temáticas, que natural, sino en cuanto a las temáticas, que es natural, sino en cuanto a la presencia de muchos niveles diferentes de manejo de a escritura y de conocimientos del género; así como de diferentes sub-géneros. La sospecha, nuevamente, quedó ampliamente confirmada. Se recibieron cuentos de Cotuí, Padre Las Casas, Santiago, La Vega, Bonao, Samaná, Villa Riva, Santo Domingo y un sinúmero de parajes y campos de los que en muchas ocasiones no habíamos oído. Además se recibieron desde cuetnos de “Pepito y la Maestra” que ocupaban poco más de media páginas. Por último había anéctas, chistes, leyendas, cuentos realistas, surrealistas, etc.,
Lo más sorprendente, sin embargo, fue la calidad que encontramos en esos cuentos. Calidad humana, riqueza de experiencias, de ideas y sentimientos…, calidad literaria sorprendente, que envidiarían muchos de los concursos mencionados y aún otros de más prosapia y alcance nacional. Y no es que participaran algún que otro escritor más o menos consagrados, pues lo hubo, pero también torrentes de calidad en jovencitos que apenas han pasado de los dieciocho años y a los que este concurso les abre las puertas de la oportunidad.
La labor del Jurado fue realmente larga y ardua. Nos queda la satisfacción de haber contribuido al lanzamiento de un Concurso que promete ser de los más interesantes en el país, un concurso que hay que mantener y apoyar; pero sobre todo, la enorme satisfacción de comprobar que la nobleza y riqueza de sus sentimientos es francamente esperanzadora.

Solo me resta advertir a la empresa “León Jimenes” que tiene entre sus manos un instrumento de promoción cultural, humana y social inapreciable y que, en consecuencia, debe invertir todos los recursos necesarios para garantizar sus validez por muchos años. Mi ferviente deseo es que así sea.

Carlos Fernández – Rocha
Jurado del Concurso
30 de noviembre de 1993.


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