Los
concursos, en términos generales, tienen una finalidad muy válida.
Sirven para dar la oportunidad al que generalmente no la tiene. Por
lo tanto, estimula la producción, el esfuerzo, la emulación y la
creatividad, cualidades todas que necesitamos en grandes cantidades
en las circunstancias actuales. En el caso de los concursos de arte,
son quizás más necesarios aún; ya que la publicación, aunque sea
en los periódicos nacionales no es una empresa fácil. Por una
parte, hay muchos en turno esperando su oportunidad y por otra, los
costos de la publicación de un libro sobrepasan las escasas
posibilidades de la generalidad de los dominicanos.
Así
pues, los jóvenes escritores están siempre en espera de conseguir
una oportunidad, propiciada a través de los concursos. Ahora bien,
concursar requiere de valentía y de seguridad. Nadie concursa por
concursar, se hace porque se cree que se tiene algo que decir a los
otros y que esa pequeña parte de la verdad puede ser importante para
los otros. El dinero, en la mayoría de los casos, no es relevante.
Es
por eso que siempre me han agradado todos los concursos artísticos y
en la medida de mis posibilidades he colaborado en los literarios
reuniendo ya algunas experiencias en concursos locales y regionales;
en consecuencia, cuando el padre Tom Lluberes me llamó para pedirme
que colaborara en el “Primer Concurso de Cuentos de Radio Santa
María”, acepté gustosamente.
Reflexionando
sobre el Concurso, advertí que en este caso había muchas
circunstancia especiales. En primer lugar, el alcance de Radio Santa
María es muy considerable y sus oyentes muy fieles. Por lo tanto,
debería esperarse una participación fuera de lo común. En los
concursos de la “Alianza Cibaeña”, del “Ateneo Minerva
Mirabal”, el del “Municipio de Jarabacoa” o en el “Concurso
de Navidad de la Diócesis de Higuey” y otros, el número nunca
excedía los cincuentas textos participantes; por lo que deduje, en
una verdadera pirueta de malabarista, que quizás pasarían de
doscientos cincuenta. Faltando solo diez días para la entrega de los
premios me hicieron llegar los últimos paquetes, alcanzando el
número de cuatrocientos veinticinco (léase, 425 por favor). Hasta
prueba en contra, es el más nutrido concurso de cuentos del que he
tenido noticia en el país.
Por
otra parte, también debía suponerse mucha heterogeneidad. El
alcance de Radio Santa María las características de sus
radiooyentes nuevamente marcaban la diferencia. No solo
heterogeneidad en cuanto a las temáticas, que natural, sino en
cuanto a las temáticas, que es natural, sino en cuanto a la
presencia de muchos niveles diferentes de manejo de a escritura y de
conocimientos del género; así como de diferentes sub-géneros. La
sospecha, nuevamente, quedó ampliamente confirmada. Se recibieron
cuentos de Cotuí, Padre Las Casas, Santiago, La Vega, Bonao, Samaná,
Villa Riva, Santo Domingo y un sinúmero de parajes y campos de los
que en muchas ocasiones no habíamos oído. Además se recibieron
desde cuetnos de “Pepito y la Maestra” que ocupaban poco más de
media páginas. Por último había anéctas, chistes, leyendas,
cuentos realistas, surrealistas, etc.,
Lo
más sorprendente, sin embargo, fue la calidad que encontramos en
esos cuentos. Calidad humana, riqueza de experiencias, de ideas y
sentimientos…, calidad literaria sorprendente, que envidiarían
muchos de los concursos mencionados y aún otros de más prosapia y
alcance nacional. Y no es que participaran algún que otro escritor
más o menos consagrados, pues lo hubo, pero también torrentes de
calidad en jovencitos que apenas han pasado de los dieciocho años y
a los que este concurso les abre las puertas de la oportunidad.
La
labor del Jurado fue realmente larga y ardua. Nos queda la
satisfacción de haber contribuido al lanzamiento de un Concurso que
promete ser de los más interesantes en el país, un concurso que hay
que mantener y apoyar; pero sobre todo, la enorme satisfacción de
comprobar que la nobleza y riqueza de sus sentimientos es francamente
esperanzadora.
Solo
me resta advertir a la empresa “León Jimenes” que tiene entre
sus manos un instrumento de promoción cultural, humana y social
inapreciable y que, en consecuencia, debe invertir todos los recursos
necesarios para garantizar sus validez por muchos años. Mi ferviente
deseo es que así sea.
Carlos
Fernández – Rocha
Jurado
del Concurso
30 de noviembre de 1993.
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