ESCRITOR INVITADO
En cierta ocasión Julio Le Riverend expresó que los historiadores tenían encima la enorme carga de colmar vacíos. «Es su deber», 1 sentenció el gran historiador cubano. Fue ese y no otro el propósito que me animó al emprender la investigación que dio lugar al presente libro, pues la expedición de Cayo Confites —el mayor intento organizado para derrocar la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo Molina en la República Dominicana —ha constituido un incuestionable vacío de la historiografía cubana y parecía llegada la hora de empezar a colmarlo. Y digo «empezar» intencionalmente porque, no obstante la copiosa información aquí contenida, sería absurda toda pretensión de agotar un tema que aún conserva zonas oscuras y enigmas cuyo esclarecimiento definitivo podría ser objeto de futuras investigaciones.
Naturalmente,
no he partido de cero. La bibliografía relacionada al final del
libro y las fuentes referenciadas a pie de página dan fe de ello. De
particular utilidad resultaron los testimonios de algunos
expedicionarios, sobre todo dominicanos y cubanos, que dieron
sustancia y color a esta historia. No menos valor tuvieron los
documentos desclasificados por los principales gobiernos implicados
en la expedición y la información publicada por la prensa de la
época. Sin embargo, carecía de un texto que abordara el tema de
forma integral y con enfoque historiográfico.
Aportar
esa obra, pues, ha devenido mi mayor anhelo, así como contribuir, de
ese modo, a colmar el vacío existente y facilitar el trabajo a otros
investigadores. De ahí que me haya propuesto explicar y analizar lo
más exhaustivamente posible las razones que justificaron la
expedición, sus azarosos preparativos, las vicisitudes de su larga
estadía en tierra y de su travesía, su infausto desenlace y su
trascendencia histórica, sin descuidar el complejo entorno nacional
e internacional en que la empresa tuvo lugar. No he pretendido llegar
a valoraciones concluyentes sobre todos los tópicos y aristas del
fenómeno estudiado. He preferido hacerlo solo cuando la comprobación
de los hechos no dejaba lugar a dudas. Pero tanto en estos como en
los restantes casos, he optado por ofrecer al lector abundante
información —incluidas no pocas versiones diferentes y opiniones
contradictorias— a fin de que pueda formarse su propio juicio. Con
este mismo espíritu, quisiera subrayar algunos puntos de la
expedición de Cayo Confites que considero de particular relevancia:
1.
La heroica y tenaz lucha del pueblo dominicano por librarse de la
tiranía de Trujillo, afán que le hizo pagar una elevadísima cuota
de muerte, sangre y dolor.
2.
La solidaridad desinteresada e incondicional de los mejores hijos de
la América Latina y del mundo, entre ellos cientos de cubanos, que
hicieron suya la causa dominicana y arrostraron virilmente los
riesgos y privaciones derivados de su digna actitud.
3.
La conducta de los políticos y otros elementos inescrupulosos que se
involucraron en la expedición, se aprovecharon de ella y jugaron con
sus nobles fines en pos de intereses espurios y
ambiciones
inconfesables.
4.
El pragmatismo oportunista del Gobierno de los Estados Unidos y su
responsabilidad en el fracaso de la expedición.
5.
El papel de ciertos medios de prensa en la formación de estados de
opinión —por lo general desfavorables a la expedición— y su
similitud con algunas campañas mediáticas que tienen lugar en la
actualidad.
6.
La genialidad política de Fidel Castro, quien a sus veintiún años
aquilató las debilidades intrínsecas que condenaban la expedición
al fracaso, hizo lo posible por salvarla y —según palabras de Juan
Bosch— previó lo que iban a pasar los expedicionarios después de
la captura de su última nave por la Marina de Guerra cubana. Y como
por una cuestión de honor y vergüenza no se resignó a la idea de
entregarse ni convertirse en prisionero de los militares cubanos,
protagonizó la hazaña de lanzarse a la bahía de Nipe —en unión
de otros tres expedicionarios y con un alijo de armas— y cruzar,
primero en bote y luego a nado, sus aguas infestadas de tiburones.
Con ese histórico gesto, Fidel puso a salvo no solo su honor sino
también, simbólicamente, el de la expedición de Cayo Confites.
Humberto
V ázquez García
La
Habana, septiembre de 2010
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