Los
hombres que comenzaron a hacer literatura en el país inmediatamente
después de la muerte de Trujillo, enfrentaron en un período
relativamente corto y brusco, la desmesurabilidad de una
época que sacaba a la luz contradicciones que habían ido madurandoa
lo largo de cientos de años. De un golpe, como tomados por el
cuello, se nos lanzó al escenario de la lucha política. La
época de las revoluciones se abrió de pronto y nos sorprendió con
piedra, y palos en las manos, con un arsenal teórico siempre de
ocasion con la rapidez del que echa mano de la cita precisa para
entusiasmar al auditorio. Y allí donde el simplismo épico sustituía
la complejidad dialéctica, la realidad, por encima de las
consideraciones emotivas, imponía sus determinaciones.
El
resultado es que el hilo conductor topa primero con los Postumistas y
los independientes del 40, aunque autores como Miguel Alfonseca, Juan
José Ayuso, Antonio Lockward, René del Risco, Jacques Viau y otros,
tienen también, en su técnica, mucho de lo que los sorprendidos
enarbolaron como universalismo y modernidad.
Literatura
moldeada como serie de generación, asumía y negaba la historia en
el sentimiento y en la conciencia del artista que usaba el arte en
forma ancilar y unitaria para combatir los remanerrtcs del "ancien
régimen ".
Fue
sólo la guerra del 65 la que sacó a flote la discusión sobre la
naturaleza gnoseológica e ideológica de la producción de textos, y
ello suponía, en su complejidad, un punto de partida totalizador de
todo el proceso anterior. Ramón Francisco se asombra de que "uno
de los acontecimientos más formidables ocurridos en este país en
muchos años, la revolución, dispersa, aunque no escinde sino mucho
más tarde, a este grupo de escritores". Pero donde el fenómeno
era la dispersión, la esencia era la recomposición.
Si
antes del 65 se contaba en el país con un modelo simple del hecho de
la creación literaria, mediante el cual nuestros jóvenes creadores
se creían desvinculados de su cultura anterior, a partir de la
revolución este modelo se complica, y lo que se da en múltiples
manifestaciones es el conjunto, la totalidad en conflicto. Como todos
sabemos, esta dispersión no ocurría sólo en el plano del
pensamiento, se movía empujada por el panorama de los
acontecimientos mediatos e inmediatos, por los hechos históricos,
que la nación estaba protagonizando en ese momento. Del seno de la
historia en movimiento, surgirían los grupos culturales posteriores
a la guerra del 65, y en la resultante del choque ideológico que
ellos representaban, estaba contenida la variable epocal. Lo de los
grupos culturales era sólo el reflejo, en el plano intelectual, de
lo que en la realidad estaba ocurriendo, puesto que la sociedad
dominicana, después de la revuelta de abril de 1965, dejaría de ser
para siempre una aventura de emotivas y maniqueas contradicciones,
para dar paso ya, en forma consciente, a la toma de posiciones
acordes con la división de la sociedad en clases antagónicas.
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