UN ANÁLISIS
HISTORIOGRÁFICO
La vida de Juan Pablo Duarte posee elementos que conllevan a imaginar las aventuras de un hombre dispuesto a darlo todo por la emancipación de su país. Ciertamente, el siglo XIX tuvo una impronta en el continente americano: la desestructuración del dominio español y la fundación de repúblicas. A esa misión se sumaron muchos esfuerzos que consistían en la incorporación de hombres y mujeres a un proceso inédito de transmisión de ideales de libertad y conformación de una patria. Los obstáculos eran muchos, sobre todo de corte ideológico porque los habitantes estaban acostumbrados a asociar el orden con la monarquía, era la imagen de un rey que gobernaba desde Madrid y donde simbólicamente todas las instancias del poder se encontraban asociadas a su figura.
El panorama político
de los territorios de ultramar cambió definitivamente tras la
ruptura con el régimen de Madrid, la articulación en estados-nación
configuró una dinámica que continuaría a lo largo del siglo xix y
parte del xx . No fue menos cierto para los habitantes de La Española
la necesidad de sumar esfuerzos para constituirse como república
autónoma e independiente, luego de pasar por etapas sucesivas de
confrontación con el vecino Haití. La participación de Duarte en
estos hechos fue decisiva y marcó impronta a partir de 1838 cuando
funda y preside la sociedad secreta La Trinitaria y juramenta a sus
miembros bajo el lema «Dios, Patria y Libertad».
En 1843 los
dominicanos renuevan estrategias para liberarse del yugo haitiano y
al año siguiente consiguen la independencia. El triunfo de Duarte
dura poco, debido a factores políticos adversos, se ve en la
necesidad de abandonar la isla rumbo a un exilio incierto que lo
mantendrá aislado desde 1845 hasta 1864 en Venezuela.
Luego vino el
silencio, marcado por una ausencia significativa del prócer de la
cual no se ha podido reconstruir sino algunos aspectos descritos en
las remembranzas de su hermana, Rosa Duarte.
En efecto, llama
poderosamente la atención el período de Duarte durante su
permanencia en Venezuela, sobre todo por su proceder que consistió
en un aislamiento en territorios del interior de ese país. Una
combinación de llanura y selva amazónica fueron parte de los
escenarios geográficos visitados por este dominicano que, a duras
penas, conocemos por medio de información documental. La parquedad
es lo notorio en este período de la vida de Duarte, noticias de
Achaguas y San Fernando de Apure dan cuenta de la amistad sostenida
con figuras del Partido Liberal venezolano, sumado a la decisión de
una vida retirada en una misión del pueblo de San Carlos de Río
Negro en las profundidades de la selva y, por último, el súbito
retorno a Caracas. Las incógnitas incitan a la investigación, a la
búsqueda de pistas que renueven la curiosidad por aclarar los hechos
y las circunstancias del exilio de Duarte en el subcontinente
americano, pero la falta de documentación es desconcertante.
Algunas diligencias
puntuales le fueron encomendadas a Duarte en su regreso a la isla en
1864; regresa ese mismo año a Venezuela y muere en Caracas el 15 de
julio de 1876. Una pequeña esquela, en un periódico local, anuncia
el fallecimiento de quien fuera uno de los padres de la independencia
dominicana. La muerte del prócer fue modesta y no contó con los
honores militares correspondientes a su distinción.
Ahora bien, ¿qué hay
detrás de la necesidad de reconstruir la vida de Duarte durante su
permanencia en Venezuela? ¿Cuáles serían las hipótesis más
viables para tratar de aclarar el vacío que los documentos no han
podido evidenciar? ¿Por qué la decisión de retirarse durante tanto
tiempo de la dinámica política de la República Dominicana para, a
su regreso, no ser tomado en cuenta por el gobierno de la
Restauración? Estas y otras interrogantes forman parte de la
presente investigación, en la cual hemos recorrido un camino que
invita a reflexionar sobre las circunstancias por las que tuvo que
pasar Juan Pablo Duarte, quizás el más humano de los héroes de la
independencia hispanoamericana.
La primera etapa de la
investigación consistió en la lectura de las biografías más
representativas de Duarte, luego una revisión en diferentes archivos
de la capital venezolana. El balance historiográfico proporcionó
nuevas conjeturas en torno al aislamiento del prócer, junto al
cotejo de los documentos.
En este sentido,
notamos que la ausencia de material impide la claridad de las
acciones de Duarte en territorios del interior venezolano. Ahora
bien, el tono de los discursos historiográficos intenta sustituir el
vacío documental con una prosa florida y recargada que en
nada contribuyó a esclarecer dicho período de la vida de Duarte. La
intención es sencilla, quisimos humanizar la figura del prócer
dominicano para proporcionarle una dimensión real, mucho más
apegada a la documentación existente.
La vida de los
familiares que lo acompañaron y demás amigos, muchos de ellos
emparentados con algún miembro de la familia Duarte Díez, arrojó
datos interesantes sobre las actividades asociadas a la compra y
venta de propiedades a nombre de Rosa, la hermana del Patricio. Lo
anterior contó con el análisis de una publicación venezolana que
aclara la situación económica de los Duarte en Caracas. Más pistas
para interpelar a la historiografía tradicional. El marco de la
investigación estuvo orientado hacia el estudio de la permanencia de
Duarte en Venezuela, sin embargo la incorporación de las etapas
anteriores resultaba importante para poder elaborar conjeturas.
Durante meses buscamos
en acervos documentales de distinta índole, información sobre
diversos miembros de la familia Duarte. Actas de defunción,
certificados de venta y compra de propiedades, etc. sirvieron para
ilustrar y llenar el vacío en torno a la figura de Juan Pablo. No
obstante, son más las dudas que los aciertos. Aun así, destaca la
necesidad de solventar el enigma que se teje alrededor de la figura
de tan importante prócer.
Las claves descritas
en esta publicación intentan ahondar, desde la natural curiosidad
humana, en las adversidades que padeció Duarte y la necesidad de
huir para poder asimilar su exilio. Los motivos que lo llevaron a
incursionar en tan remotos parajes son desconocidos, pero añaden
cierto toque de intriga y suspenso que hacen de Duarte un sujeto
único, distinto a los otros héroes de la independencia
hispanoamericana. Es en esa distinción, en la estoicidad del
silencio y la ignominia
del exilio, que se
encuentra el valor de Juan Pablo, un hombre que eligió el
aislamiento, la reflexión y búsqueda internas antes que la
confrontación, el debate y exposición asociados a las actividades
políticas decimonónicas, tan prestas a las luchas fratricidas,
ilegalidades y demás desidias de los primeros pasos de las
repúblicas neonatas del continente.
De lo anterior, queda
el mandato por estudiar y comprender a los hombres avocados a las
acciones civilistas que tanto extrañamos en las historias oficiales,
siempre dispuestas a exaltar las glorias obtenidas en los campos de
batalla pero tímidas a la hora de relatar la alteridad, tan
complementaria para la comprensión integral de los procesos de
emancipación en América Latina.
A pesar del grado de
general que investía a Duarte, este trató de acoplarse al
pensamiento liberal que siembra esperanzas en la ley y la justicia
más que en la aplicación de la fuerza que acompaña a las armas. En
los escritos de Duarte son perceptibles estas creencias asociadas al
pensamiento liberal, no cabe duda que era un personaje sensible al
orden y la autonomía del pueblo, tan necesarios para la construcción
de una república.
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