Nos
decía en clase nuestro inolvidable maestro, don Gregario Marañón,
que todo médico era escritor ya que cada historia clínica era una
biograffa.
El
médico
dominicano, salvo pocas excepciones, no escribe. Se pueden contar con
los dedos de las manos y sobran dedos, nuestros galenos escritores, y
entre estos se
aprecia
una marcada tendencia a la historia y al relato de sus vivencias como
profesionales.
Moscoso
Puello escribió mucho y bien; la prematura muerte de Luis E. Aybar
truncó a un gran escritor; Arturo Grullón tenía una hermosa prosa,
sin embargo escribió
poco.
Quien
prologa esta obra quiso llevar un mensaje en defensa de los enfermos
mentales y en una prosa coloquial escribió Mis 5oo
Locos. Mis amigos que (ungieron de críticos fueron benignos con mi
lenguaje, considerándome un enemigo cordial de la gramática, y un
largo etcétera. Más que sentir las críticas me dolió, mucho más,
que el mensaje sólo llegara a medias.
La
psiquiatría dominicana, hoy por hoy sigue siendo la cenicienta de
las especialidades médicas, a pesar de los excelentes psiquiatras
que tenemos. La culpa no es de ellos; es del olímpico desprecio de
todos nuestros gobernantes que nunca han tomado en serio la salud
mental. Así ocurría en la mayoría de los países, y no hablo de
los subdesarrollados; cito el caso de los Estados Unidos de
Norteamérica que sólo despertó de su marasmo en cuanto al enfermo
mental, cuando el presidente John F. Kennedy, en un discurso, habló
del retraso mental de una de sus hermanas, Durante
treinta años dicté cátedra en la Universidad Autónoma de Santo
Domingo y reconozco que era un mal necesario dictar las clases de
clínica psiquiátrica en el Manicomio.
Dividí los estudiantes en dos grupos: aquellos a los que la primera
visita al centro les provocaba angustia y a los que no. A estos
últimos, "les echaba ojo", y trabajando con piel de zapa o
al descubierto los acercaba a la especialidad. Es por eso y 10 digo
con orgullo, que más del 80 por ciento de los psiquiatras
dominicanos que ejercen en el país y en el extranjero, fueron mis
discípulos.
Vanidad
de mi ego. Retirado ya del ejercicio profesional, para combatir el
ocio y esa identidad nosológica que ahora llamamos depresión
postjubilaci6n, como vocaci6n tardía, zambullo en las aguas de
nuestra pobrísima y charlatanesca medicina en época de la colonia;
con un silencio psiquiátrico de más de cuatro siglos.
César
Mella Mejías fue uno de los que no sintió angustia en su primera
visita al Manicomio, estudiante formal, demasiado serio para su edad,
tenía y tiene dos vocaciones, la de médico psiquiatra y la de
escritor.
"La
vocaci6n genuina, pudiéramos decir ideal, es algo parecido al amor",
nos dice Marañón en uno de sus libros. Pierre Termier la llama "una
pasión de amor". En Mella Mejías, su vocación de médico se
despertó
en plena adolescencia, su vocación de escritor despertó en su época
estudiantil. En colaboración con dos compañeros, Orlando Mejía y
Ya graduado Magna Cum Laude. marcha a Cuba para especializarse. Sus
maestros que eran mis amigos. en mi viaje a La Habana con motivo de
un congreso psiquiátrico, elogiaron su capacidad e inteligencia.
Mella Mejías como psiquiatra
pide respeto a la dignidad del paciente Como escritor divulga
conocimientos aparentemente complejos de nuestra especialidad.
Este
libro que prologo tiene un mensaje para una mejor comprensión del
enfermo mental. La mayoría de los capítulos ya habían sido
divulgados en la prensa escrita de
nuestro
país.
Las
aspiraciones económicas no cuentan en este proyecto; sin embargo. el
autor sueña. y no es un soñar para escaparse de la realidad; es la
cristalización de un hecho idealizado: que nuestro pueblo despierte
de ese atraso de siglos que tiene la
psiquiatría
en nuestra noble y sufrida tierra.
Modesto
Tavárez, también brillantes, publicó "Introducción a la
Bioestadística", un libro que daba la impresión de haber sido
escrito por persona madura y de muchos años de ejercicio
profesional, por su notable rigor metodológico.
ANTONIO
ZAGLUI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario