TIEMPO Y ACCIÓN EN
LOS
ALGARROBOS TAMBIÉN SUENAN
Los
algarrobos también sueñan es una novela corta dividida en varios
episodios que se corresponden con una sucesión de momentos
encuadrados por la apertura y el final a través del personaje que,
aun siendo secundario, desencadena con su tiro el retorno a la raíz,
el viaje en el espacio y en el tiempo. Espacio múltiple: el real -de
la copa del árbol al suelo, en una cámara lenta en la que
intervienen las ramas para detener la caída- y el espacio
psicológico en visiones que se retrotraen: escondite, arribo al
mismo, abandono del campamento anterior, encuentro armado, guardia,
llegada a la zona, decisión de partir, diálogo sobre la lucha
armada, mitin, encarcelamiento, reparto de panfletos, contacto,
entrada a la j R, comienzo de la adolescencia, niñez.
En cuanto
al tiempo, el instante de la muerte que resume una vida irradiando
las vivencias, es un leit-motiv en literatura; nombremos sólo
algunos maestros en el género: Jorge Luis Borges, o Carlos Fuentes.
El tiempo deviene entonces tiempo psicológico en el que caben las
alteraciones más inverosímiles. A este tiempo psicológico, ha de
sumárse1e la búsqueda iniciática del origen, de la raíz no ya
como retorno a la infancia o al microcosmos sino al origen de la
violencia. Porque Alberto, pese a odiar la violencia,
se
convierte en brazo armado de la misma.
LA
VIOLENCIA
Una será
la violencia pensada por él, que racionaliza a nivel teórico y por
la que siente profundo rechazo; otra es la interior, acumulada en su
inconsciente desde la mañana de Reyes en que se le revelan las
injusticias sociales y el racismo, aunada a la producida por el cura
histérico del colegio. En ambos casos hay ya una reacción
inmediata: Una respuesta individual e inesperada, producto de una
rebeldía a Un sistema que marca al personaje al punto de confundir
posteriormente, el coronel que dirige la tortura con el padre
Anselmo.
Alberto
justifica intelectualmente la violencia y ha aprendido a aceptarla
como algo correcto en determinadas circunstancias, Recordando las
palabras del instructor al indicar que "el entrenamiento del
guerrillero no tennina hasta lograr un acondicionamiento total que le
permita actuar por reflejos", ejecuta los movimientos necesarios
para arrojar la primera granada sin más vacilaciones.
A su
problemática de la no-violencia se yuxtapone el sentimiento de
hermandad con sus compañeros muertos; se imagina la visión de
Víctor y Rafael y la suya propia y al tomar el fusil dispara Como
revancha. En la segunda y tercera etapa de su descenso se hallan
varios diálogos importantes. Alberto sustenta una posición
diferente de la de sus camaradas. Considera que:
a) el
alzamiento no es oportuno en las condicione. p~.Clnte.,
dadas las
experiencias desde Desiderio Arias hasta 111 invasión por
Luperón;
b)
reconoce la falta de entrenamiento; y
c) el
idealismo de sus compañeros ya que la revolución no puede, a
su
entender, aislarse de las masas; por ende, la guerrilla para él no
debe
resultar
de un movimiento único.
Su
decisión de participar en la lucha armada obedece tanto a su deber
moral como militante, como -paradojalmente- a su odio por la
violencia.
Aunque
Alberto admite dos formas de ejercerla, "matando violentamente
omurlendo violentamente" y está díspuesto'a aceptar la última,
termina ejerciendo la primera.
El próximo
diálogo en orden inverso, sintetiza su enjuiciamiento a la
estrategia del movimiento al que pertenece y la posibilidad de un
alzamiento armado. Vuelve entonces a tocar el tema de la violencia y
su propia incapacidad ante la misma.
Quizás
narrativamente estos dos episodios no logran los cierres trabajados
de otros; sin embargo, son esenciales para la comprensión del
protagonista no sólo como medio de elucidar sus motivaciones sino
por el matiz político implicado.
En el
estudio de Dorfman sobre la violencia el crítico menciona a este
componente como el eje sobre el que se estructura la actual novela
latinoamericana.
De la
novela escrita en nuestro continente hasta 1940, del padecimiento y
del despojo se pasa al registro de la activa posición individual.
Al ser
componente esencial, la violencia no constituye el término de una
antinomia, la alternativa que pueda racionalizarse; por consecuencia,
el personaje está empapado de ella desde el comienzo y debe
determinar cómo emplearla.
Parte
integrante del sistema latinoamericano, esa violencia se halla en su
narrativa yen más alto grado 'en la temática de la guerrilla.
La muerte,
la tortura, la acción armada, la clandestinidad, la transitoriedad
del guerrillero pesan sobre él, aún más cuando proviene de una
clase media que lo radicaliza en sus conflictos y contradicciones. Ya
sea que se ejerza la rebelión y la violencia como una forma de
liberación colectiva-violencia vertical, dirigida contra los de
"arriba" -como respuesta a la opresión o se dirija hacia
otro ser humano, sin sentido social- violencia horizontal o
individual -como reafinnación individual; o quede latente en el
repliegue íntimo de la conciencia - violencia inespacial o
interior-, todas estas formas se acompañan de innovaciones
técnicas-violencia narrativa contra las formas establecidas
tradicionales. Por eso, la respuesta de Alberto, que se inscribe: en
una acción conjunta, previa elección individual, es un poco la
señalada por Dorfman:
"El
personaie latinoamericano está condenado a la violencia, pero al
mismo tiempo importa esa entrega personal, esa visión desde dentro,
como si al comprender un poco esa decisión, ese destino individual,
se estuviera clarificando el problema mismo superando la violencia
parcialmente al desentrañar el temblor vivo de algún ser americano
cuya ficción es de carne y hueso".
Autora:
María del Carmen Prosdocimi de Rivera
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