domingo, 26 de mayo de 2019
Cuentos de amor y de misterio-Carlos Lebrón Saviñón,pdf, descarga gratis
Carlos Lebrón Saviñón:
¡Qué importa... soy feliz! o el arte de contar casos. En el principio la presencia era impalpable. Era un triángulo agitado por el instante, imperceptible, en gravedad, en las convulsas sombras del pensamiento.
El hombre escuchaba el reseco rumor de sus labios, la obstinada cólera de la noche, la lejanía cilíndrica del horizonte. Había que" contar" los estruendos de su rostro, amontonar la ceremonia del paisaje, pasar por la arena y terminar en el eco del mar, en la piedra gigante del lenguaje del aire. Había que descifrar las líneas de la claridad, la profusión del ser junto al hollín de la luna, los muchos dedos chorreantes del trébol.
Todo se levantaba en el lado verde del camino impuro. La historia estaba vacía y entre las encías del espacio había una lluvia de sueños que contar.
Cuando el arco de las palabras se puso de pie sobre la roca, la metáfora creó el desequilibrio deseado. El cambio era el devenir, el tejido del juego verbal. Todo aquello era un aviso para empezar en la arquería del rito y el deseo, a contar con curiosidad lo que la mirada descubría en la escritura de las alas lisas de los cuatro puntos cardinales.
Leyendo la más reciente obra de Carlos Lebrón Saviñón (¡Qué importa... soy feliz) percibimos su ilimitado universo de inventiva.
El oye, ve y toca, teje y desteje una substancial sensación de plenitud en la realidad de las cosas. El narrador nombra las cosas con un sentido distinto, incendiadas de un nosotros que le pertenece instantáneamente¡ un nosotros plural, reversible que dispersa al yo y al tú, intrincado en el relato de manera enigmática, o como símbolo de la mirada
del otro para palparse de forma fragmentada.
Los relatos-sucesos o relatos-casos de Carlos Lebrón Saviñón, son textos de signos instantáneos, donde se transfiguran los gestos, infundiendo una conjunción de mundos que van más allá del asombro y el reconocimiento.
El autor trasmuta la invención narrativa a través del suceso, como eje sintagmático; puesto que él es un personaje relator de su universo óntico, como enclave de su orden empírico y misterioso, de su realidad vivida y su grado de omnisciencia.
La subjetividad de los textos que componen esta obra, no se aproxima a un mero sustrato autográfico, ni a un yo hegemónico, puesto que él no es un sujeto de simple transcurrir cronológico.
El narrador dirige el mensaje a un receptor copartícipe. Apela a la evidencia, al alfabeto de símbolos que los interlocutores comparten, transmitiendo una codificación inseparable del objeto representado a través de una formación expresiva rítmica y sintáctica.
Se ha dicho que el cuento es también un acontecimiento língüístico que trasciende a su fuente originaria como estructura sincrónica.
Lebrón Saviñón como creador, aporta en algunos de los relatos de este libro (La consulta, Aún después de la muerta, La lista) símbolos orales de la cultura afro-caribeña y ccznnotaciones de matices polisémicos.
En el universo básico del negro de estos textos (mito y fábula), hallamos el depósito verdadero de sus sentidos, de su vivir y hacer: su situación de ser-en el mundo con un destino conjetural o paradójico. Son sucesos impregnados de coordenadas históricas, sociales y culturales que refieren como discurso-relato las contingencias que se insertan en la obra, y una lectura gnoseológíca del juego existencial en el cual intervenimos todos.
La narrativa de Lebrón Saviñón nos retrotrae al momento del origen de las cosas, al eterno recomenzar de todo. Su narrativa tiene parentesco con la sensación de conjuro del rito, puesto que escenifica planos imaginarios, donde el tiempo cotidiano es impreciso e irreversible; sin progresión hacia el futuro o el después.
Hay en algunos de estos textos, una función "explicativa", estereotipada, convencional (La fea, Fruto de amor otoñal, La loca) y en otros, una validación del lenguaje del mito, ante la infinita ausencia de nombres.
Lebrón Saviñón acentúa esa forma diversa y esencial de literatura, esa escisión hombre-mundo y deseo, a través del illo tempate del mito. Sus relatos atesoran como testimonio, estratos profundos de la imaginación primigenia, laberintos por donde el sujeto canaliza la estructura psíquica de su preconciencia, de los núcleos intraducibles de ese lenguaje secreto que la literatura inventa y reinventa, fundamentado en un sistema metonímico en correspondencia con el orden natural hipotético, algo ritual.
Estos textos cumplen una magnífica función referencial al círculo aparente del proceso vital del ser humano.
El narrador nos muestra, en los diecinueve trabajos que componen este libro, una clausura solidaria intra y extra discursiva para verificar que las cosas son un género en sí, un género en el cual precisamente no existen fronteras contrapuestas, quizás una noción de verosimilitud o realismo, o una estrategia de asumir "lo extraño" como atributo de "maravilloso" (Más cerca de la muerte). No hay una definición absoluta de qué es un caso. Se entiende con certeza qué es una narración breve, que "la situación que presenta puede ser real o fantástica, reveladora del carácter humano y también de la naturaleza absurda del cosmos o del caos" (EnriqueAndersonImbert], integrando en la exposición inventiva ordinaria o extraordinaria lo onírico y lo verosímil.
Desde nuestra perspectiva Lebrón Saviñón opera en este libro de manera específica con principios de la autonomía estética del caso.
Su originalidad creativa pone de relieve la ficcionalidad del discurso como un orden posible para "pensar a partir del símbolo" (Paul Rícoeur], sin disolver el uno en el otro.
Ylonka Nacidit-Perdomo
Centro de Investigaciones Literarias
Biblioteca Nacional
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