Cuando he leído EL CENTAVO en teatros, aulas universitarias o en sitios más reducidos como los de ambiente familiar, pese a las diferencias y contrastes de niveles culturales y de los diversos gustos de los países en donde he dado a conocer el citado relato del que suscribe, todos los oyentes sin excepción coinciden en un símbolo central: el de la avaricia.
Pero hay algo más que esa primera impresión, pese a que la estructura literaria del relato es directa, o sea, que es de característica impresionista zebrada de realismo mágico. Aunque la atmósfera subjetiva que inunda el relato lo convierte en inesperadas sugerencias representativas, cuyos recursos fortalecen el irreversible propósito de sostener el símbolo de lo cotidiano a través de lo mágico.
Vamos, para mejor comprensión del lector, a transcribir el texto completo de EL CENTAVO.
Sequía, el avaro, no perdió dos minutos en dirigirse a su casa para guardar el último centavo que le cobró sin escrúpulos a uno de sus pobres inquilinos.
El usurero era frío. Su silencio era cruel, Su casa solo tenía un ruido: el oro de Sequía. Y una muda biografía: aquel centavo. Pero Sequía inquietose. . . Iba a ver el centavo diariamente. Y una mañana se despertó sorprendido, encontró que la moneda tenía el doble de su tamaño. Poco tiempo después,
el centavo ya no cabía en las manos ni en la caja de hierro de su dueño.
Pero, ¿a quién comunicarle un hecho tan útil, tan valioso? Su dueño pensaba que aquello podría ser su gran mina de hierro.
Sin embargo, fue inútil el silencio de Sequía. El centavo, en un rápido y extraño crecimiento, cubría ya la habitación de su amo, amenazando rajar y derrumbar las paredes de la casa. Desesperado, Sequía hace astillas su silencio, y como un agua sin cauce, sale su grito en busca de caminos. . . La calle hecha ojos, rodea al avaro, rodea a su casa. En tanto, el centavo, en una desenfrenada hinchazón, derriba el caserón y, de súbito, invade al pueblo.
Mas los picapedreros, las dinamitas. . . Todo ha resultado inútil . Pues donde al centavo se le quita un pedazo, crece inmediatamente renovando lo perdido.
La gente huye hacia el campo.
Se vuelven d e metal calles y plazas. No queda hondonada, ni agujeros, ni llanura. El centavo por minutos crece más y más. Ahora, su gran masa de cobre se desplaza hacia los fugitivos; por momentos, da la. sensación d e que aquella fuerza sin límites es un instinto, un impulso premeditado y dirigido, porque e l centavo es un huracán de hierro sin piedad. . .
Hombres y bestias huyen a las montañas. Y el mundo comienza a morir bajo aquella extraña mole.
Vegetación y agua han desaparecido. De pronto, la poca humanidad que quedaba en tierra alta ve a Sequía andando sobre la gran moneda. Y con las lágrimas que caían de la gente que estaba en las
montañas, Sequía, el avaro, se quitaba la sed. . ..
He ahí el texto completo de EL CENTAVO , cuyo tema, como un asediado tiro al blanco, fue acribillado en un diálogo con estudiantes de izquierda y de derecha, tanto norteamericanos como hispanoamericanos.. Pues, a pesar de la con fraternidad del dialogo, no se llegó a una conclusión definitiva en relación a dos de las claves, tal vez de mayores dimensiones o de más trascendencia eticopolíticosocial. Me refiero a las dos preguntas con que los estudiantes asediaron al autor del relato. Esas preguntas son las siguientes: ¿Simboliza o representa EL CENTAVO el poder universal del capitalismo y a la vez su decadencia, su corrupción y su precipitada caída? ¿ O simboliza y representa EL CENTAVO e poder universal de la ideología izquierda, cuya unidad popular como fuerza de masa huracanada desplaza la minoría enriquecida y explotadora, y, como en Última instancia, obliga al verdugo a quitarse la sed con las lágrimas del explotado, para humillarlo? Creo que para llegar al meollo de este planteo, el método psicológico es el instrumento inevitable sin fronteras, sin pasión y sin preferencias.
En EL CENTAVO, al margen de los colmillos y ratones transparentes literarios que el estudioso puede encontrar por los túneles del texto, tenemos que penetrar con el cicerone de la INTUICION en el complicado y corrompido laberinto de las debilidades humanas. Y es allí donde podemos ver y encontrarnos con los porqués y con los cómos, los que constantemente luchan con genes que de repente salen por la rendija blanca de una sonrisa después de una batalla de intereses tan humillantes y vergonzosos como la acumulación inútil, pero eficazmente cruel, del oro de un avaro, o la clave de una ideología que cierra las puertas y se traga las llaves. Si no ejercemos esta clase de allanamiento psicológico, no seremos entonces ni lectores ni protagonistas de nuestro tiempo. El realismo mágico se nos queda en la superficie. La gran moneda aplastando al mundo se nos convierte en un a magia de juguete de Disney para niños, y no en lo que su adulto y asesino crecimiento significa. Sino penetramos en la misma mole planetaria de la moneda, no sabremos nunca el porqué, el secreto de aquellas lágrimas tan populares corno la muerte.
Si no penetramos en el vertiginoso crecimiento de ese metal que piensa, que tiene un instinto tenaz y terrorífico, jamás sabremos el porque aquellas lágrimas bajaron de la montaña para quitarle la sed a su verdugo. Sí, para que no se muera el verdugo. Para que pague vivo el valor de ese CENTAVO.
Manuel del Cabral
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