No
me sería difícil alegar en el presente caso, que estos poemas
llegan una vez más a mis manos, a través de una de esos seres a
quienes el hada madrina otorgó el dominio absoluto sobre los poetas
del mundo y en quien el más vago deseo se convierte en autoridad
indeclinable y en decreto amoroso. Aunque en verdad, no es de hoy y,
desde luego, sin la menor pretensión de anticipar, interpretar o
patrocinar su camino profesional, que yo he querido hablar de Carmen
Natalia en su poesía. Y es cierto que hasta ahora no se me había
presentado la oportunidad ni se me había
otorgado el derecho ni había
sido necesario. Insisto en que en estas circunstancias un poema se
comporta mejor que la más galana prosa, que es un ámbito más puro
para decir lo que se quiere o se siente y que llega más
directamente, más íntegra y plenariamente, a donde debe llegar. Si
hemos de prestarle atención todavía a Oscar
Wilde, sólo el arte puede explicar el arte. Y por eso este es un
prólogo que debe tener un carácter estrictamente confidencial.
Carmen
Natalia procede también de Macorís del Mar como Ligio Vizardi. a
quien se debe ese lírico sobrenombre, olvidado tal vez que es el río
y no al mar el que, según una vaga leyenda, otorga el don de la
poesía a los niños que lloran sobre sus aguas. Es al Higuamo y no
al Caribe a quien los dominicanos deben los Delignes, los Bermúdez,
incluyendo a sus nietos, los Domínguez Charro, los Catón Arce, los
Vizardi y algunos poetas menores entre otros mayores. Carmen Natalia
debe haber vertido alguna lágrima infantil sobre estas aguas porque,
aunque nació en un hogar favorecido, su niñez discurrió en unos
jardines que cultivaba su abuelo Don Rolando precisamente junto a la
orilla y han debido ser del Higuamo las aguas de su jardín. Con lo
que queda demostrado que basta una sola lágrima infantil y una sola
gota del río para producir el milagro…
Para
la poesía de Carmen Natalia se abrió una tremenda disyuntiva. O se
convertía en la voz de los pueblos oprimidos. O en el abanico de los
grandes opresores. El primer camino le prometía la conspiración del
silencio, la pequeña gloria de los pequeños amigos, la proscripción
de las antologías y de las editoriales, la indiferencia abismal de
las columnas y las calumnias periodísticas y el desdén de los
críticos más acreditados así como el temor de los menos
acreditados. De paso, la dificultad del pasaporte y la inscripción
en las listas de los enemigos públicos, la soledad y la miseria con
todos sus encantos. Carmen Natalia, y muy razonablemente, no se
decidió por ese camino feo.
Pero
tampoco se decidió por el otro. Su poesía, no solamente no se
alistó en el ejército del absolutismo imperial, sino que consagró
sus voces más puras a glorificar a los patriotas que se inmolaban en
la lucha contra la tiranía dominicana. De este momento es lo más
gallardo, permanente y formidable de su canción. Sus versos
volvieron a andar de boca en boca. Su nombre fue otra vez cesado como
en los días de su niñez por las madres conmovidas. Otra vez, aunque
en una nueva dimensión y en una nueva época, su nombre retumbó en
esa gran caja de resonancia que es la nacionalidad satisfecha y
adoptó la posición de los grandes vuelos por los dominios de la
posteridad.
Si
ese es el destino final de su gran poesía, no es cosa de
establecerse en términos de páginas. Los pueblos suelen ser
caprichosos con sus poetas. Sucede que, cuando por fin concluyó la
naturaleza unipersonal del régimen gobernante en nuestro país, la
poesía de Carmen Natalia, sin que se sepa por qué, volvió a
emigrar. Carmen Natalia se disipó en algún destino diplomático y
su voz robusta, su voz clara, su voz genuina hizo uno de esos
inmensos calderones que dejan en suspenso la gran victoria de las
sinfonías. Era el momento en que el pueblo se sumergía con mayor
ardor en el rescate de sus objetivos democráticos, para .establecer
en el país la atmósfera nacional. La ausencia de Carmen Natalia era
sensible. Era casi una pérdida. Y algunos lloraron en silencio …
Acaso
a eso se debe que sean necesarias estas palabras. A Carmen Natalia
corresponde en nuestro país un lugar muy elevado entre los grandes
cantores de la patria. Poco debería importarnos que en la voz de los
grandes poetas haya grandes silencios y tal vez grandes ausencias en
todos los espacios. Lo que de un poeta quedará para la posteridad y
como ejemplo de las generaciones venideras, no son sus momentos de
eclipse, sino sus momentos de grandes fulguraciones. Aunque la vida
es siempre una explicación, una constancia y una garantía de la
obra, lo único que reserva a los hombres un lugar de consagración
eterna en la memoria de los pueblos es la obra. Y en esto los pueblos
son inmensamente comprensivos. Sólo rescatan para su consumo épico
y para sus epopeyas nacionales, la sangre más pura y más caliente
de sus poetas. Yo creo, y esto lo puedo suscribir con mi firma, que
en la poesía de Carmen Natalia circula esta sangre con tal pureza y
tal temperatura. Y que no está lejano el día en que su poesía y
ella misma, con todo lo que en ella hay de alegre y de fuerte, de
inteligente y de humano, transite entre las manos del pueblo con
cintas de colores y cuentas de música. Porque nuestro pueblo es,
como todos los pueblos, generoso y comprensivo con sus poetas. Y más
si son sufridos. Y más si su lira suena mejor cuando la pulsan los
prodigiosos dedos de la época. y más si, como ocurre con los versos
de Carmen Natalia, por encima de la voluntad de los unos y los otros,
y tal vez de ella misma, el pueblo sonoramente canta en ellos, más
allá de sus eventuales tiranías, en la dirección de sus anhelos
históricos y sus necesidades supremas.
ENVIO:
Carmen
Natalia, canta! El destino y el río en cuyas orillas se meció tu
niñez te impusieron la misión de entregar tu voz a millones de
seres a cambio de una gloria imperecedera y algunos sufrimientos. Es
tu destino. Pero es también el destino de tu pueblo. Y es la fuerza
invencible de los dos.
PEDRO
MIR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario