Primero
vamos a realizar algunas aclaraciones y consideraciones sobre el
título de la obra del “Presidente en la frontera imperial”, como
lo denomina el destacado documentalista dominicano René Fortunato,
en su último trabajo que acaba de realizar sobre Juan Bosch. Aunque
pueda parecer intrascendente, debemos de aclarar que el título que
su autor le dio al libro –lo cual nos consta, por haber estado muy
cerca de él, primero cuando lo escribía en Benidorm, y después
cuando concluyó los arreglos finales en París para que entrara en
imprenta, a mediados de 1969– fue el de “El Caribe, frontera
imperial”. Y lo hizo así porque con dicho título se expresaba de
una manera sencilla la tesis sostenida y desarrollada en la obra,
como podrá comprobar el lector.
Pero
la editorial Alfaguara de España, que fue la que primero lo publicó
en 1970, le sugirió modificar el título, por el que todos la
conocemos hoy día, De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe,
frontera imperial.
De
manera que el título que originalmente le dio Juan Bosch, quedó
como subtítulo de la obra. Y lo cierto es que fue un gran acierto de
los editores, por varias razones.
En
primer lugar, –con esa indiscutible visión de la mercadotecnia que
tienen las editoriales para atrapar al público lector– en este
caso anteponiéndole los nombres propios de esos dos personajes
históricos, Cristóbal Colón y Fidel Castro, se lograba, sin lugar
a duda que la obra llamara mucho más la atención; además, queda
perfectamente delimitado, en términos del espacio-tiempo, lo que en
metodología se denomina el universo de investigación.
En
segundo lugar, porque cuando se lee la obra, es a esa conclusión a
la que llega cualquier lector, que el estudio abarca desde Cristóbal
Colón hasta Fidel Castro; pero además de ello, es el mismo autor
que lo señala en la segunda página del primer capítulo, “Una
frontera de cinco siglos”, cuando plantea lo siguiente a manera de
síntesis de toda una explicación que viene desarrollando de cómo
hay que estudiar la historia del Caribe: “Si no se estudia la
historia del Caribe a partir de este criterio no será fácil
comprender por qué ese mar americano ha tenido y tiene tanta
importancia en el juego de la política mundial; por qué en esa
región no ha habido paz durante siglos y por qué no va a haberla
mientras no desaparezcan las condiciones que han provocado el
desasosiego. En suma, si no vemos su historia como resultado de lo
que ha sucedido en el Caribe desde los días de Colón hasta los de
Fidel Castro, ni será posible prever lo que va a suceder allí en
los años por venir” (p. 8). De tal manera que la Editorial
Alfaguara lo único que hizo fue retomar lo planteado por el mismo
autor en uno de los capítulos del libro.
El
tercer acierto de la editorial, con toda seguridad que sin
proponérselo, es que al anteponer los nombres de esos dos personajes
históricos que le dan título a la obra, estaba señalando a quienes
en realidad podemos considerar, de manera simbólica, como especie de
puntas, o cabezas visibles de dos enormes icebergs opuestos. De un
lado, Cristóbal Colón, representando a centenares de personeros,
civiles y militares, de los distintos imperios que a lo largo de
cinco siglos llegarían a someter a los pueblos del Caribe,
cometiendo tropelías de todo tipo. No tiene caso hacer un listado
exhaustivo de los mismos –al menos en este momento–, pues nos
llevaría varias páginas, pero no podemos dejar de mencionar por lo
menos a algunos de los más connotados, aunque apenas constituyan una
insignificante muestra –algunos por su arrojo y valentía, otros
por su carácter sanguinario, en tanto que representantes de los
imperios–, como son los conquistadores Hernán Cortés, Francisco
Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, y Pedrarias Dávila, conocidos por
todos; el temerario Lope de Aguirre (1510-1561), quien sigue siendo
símbolo del terror en Venezuela. “Todavía hoy en Venezuela se
asusta a los niños diciéndoles que “ahí viene el tirano Aguirre”
(p. 184); los piratas, corsarios, filibusteros y bucaneros e
invasores, Exquemelín, autor del célebre Los piratas de América,
Francis Drake, John Hawking, William Penn y Robert Venables, mejor
conocidos
como Penn y Venables, estos últimos enviados por Oliverio Cromwell
(1599-1658); Henry Morgan, el pirata que destruyó Panamá en 1671;
Víctor Emmanuel Leclerc, el invasor de Haití, cuñado de Napoleón,
y marido de Paulina Bonaparte (1780-1825); Maximiliano de Habsburgo,
enviado por Napoleón III a apoderarse de México; Williams Walker
(1824-1860), el funesto filibustero norteamericano que llegó a
proclamarse presidente de Nicaragua; William Howard Taft (1857-1930),
quien se proclamó gobernador de Cuba en 1907, y posteriormente fue
elegido Presidente de Estados Unidos, cargo del que tomó posesión
en 1909, y envió miles de marines a Nicaragua; el almirante
Caperton, jefe de las fuerzas de ocupación estadounidense en Haití,
en 1915; el Capitán H.S. Knapp, quien dio la proclama oficial de la
ocupación militar estadounidense de 1916, para señalar sólo
algunos de los más connotados aventureros intervencionistas
–incluyendo por supuesto a ciertos jefes de Estado– que se
lanzaron o autorizaron el envío de tropas de ocupación a diferentes
países del Caribe.
Del
otro lado está Fidel Castro, representante de la resistencia al
poder imperial, que desde el mismo siglo xv y principios del xvi se
enfrentaron a las tropas españolas, así como a los enviados de los
demás imperios que llegaron a arrebatarles sus tierras, abusar de
sus mujeres y familiares, o a someterlos al dominio colonial o
neocolonial.
Tampoco
vamos a hacer un listado minucioso de los mismos, por las mismas
razones antes señaladas, pero cabe mencionar al menos a algunos de
ellos, como los indígenas de Quisqueya, Caonabo, y Enriquillo; este
último quedaría inmortalizado por la novela del mismo nombre, de
Manuel de Jesús Galván (1989), una obra clásica en su género,
cuya primera edición data de 1879, y mereció un prólogo de José
Martí, además de haber sido traducida al menos al inglés y al
francés; el también indígena, el célebre José Gabriel Túpac
Amaru, bajo cuyo liderazgo se realizó la memorable rebelión que
lleva su nombre, iniciada en 1780 en el Virreinato de Perú, y que
muchos historia-dores consideran como la precursora del movimiento
emancipador de América Latina.
Pero
no nos alejemos del Caribe. En dicha región se destacan, como
adalides de la resistencia contra el poder imperial, Simón Bolívar,
El Libertador; José Martí, el Apóstol cubano; Eugenio María de
Hostos, el prócer puertorriqueño; Máximo Gómez, el invencible
general –de origen dominicano– en la guerra de independencia
cubana; Marcus Garvey, el prócer anticolonialista de Jamaica; Franc
Fanon, el antillano teórico del anticolonialismo, luchador y héroe
de la liberación nacional de Argelia; Anton de Kom, el incansable
luchador antiesclavista y anticolonialista del Caribe de dominación
holandesa; Toussaint Louverture, “el primero de los negros y una de
las más grandes figuras de la historia americana”, como lo
calificara Juan Bosch (p. 512); Gregorio Luperón, héroe de la
guerra de Restauración contra España en 1863-1865, y precursor del
antiimperialismo en República Dominicana; Augusto César Sandino
(1895-1934), el general de Hombres Libres, quien enfrentó las tropas
de ocupación de Estados Unidos en Nicaragua, a finales de la década
de 1920; Charlemagne Péralte (1886-1919), líder de la resistencia
popular armada, “caco”, en Haití, contra la ocupación
norteamericana de 1915-1934; Gregorio Urbano Gilbert (1898-1970),
quien con apenas 17 años combatió las tropas estadounidenses en
República Dominicana, en 1916, años después formó parte del
Estado Mayor de Augusto César Sandino en Nicaragua y décadas más
tarde volvió a enfrentarse a las tropas de ocupación en República
Dominica-na en 1965; y el coronel Francisco Caamaño Deñó
(1932-1973), líder de la resistencia armada y popular contra la
ocupación militar de Estados Unidos de 1965 en la Patria de Juan
Pablo Duarte y de Bosch. Después del triunfo de la Revolución
haitiana (1791-1804), ha sido la Revolución cubana de 1959, la que
ha realizado el mayor desafío –y con mayores éxitos, por
supuesto– a los poderes hegemónicos en la frontera imperial del
Caribe.
Pablo
A. Maríñez
¡Excelentes aportes!
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