BIBLIOTECA DE LIBROS DOMINICANOS EN PDF


BUSCA ESTA IMAGEN AL FINAL DEL TEXTO y...

DESCARGA TU LIBRO

Escritos: Revista Cultural

miércoles, 17 de octubre de 2018

El Rey clinejas -(Dramaturgia)- Manuel Rueda, pdf, descarga gratis


Con el Rey Clinejas pretendo acercarme a lo que considero una necesidad de nuestra escena: a la creación de un auténtico teatro popular dominicano; o sea, a un teatro que plasme una acción extraída de las entrañas mismas del pueblo y que de una u otra manera establezca contactos con nuestro carácter, mitos y realidades.
Lejos estaría esto de inscribirse en los postulados del costumbrismo, siempre atentos a lo nimio, al inventario intrascendente, a lo que se limita a una sola región, a un solo momento histórico y a una sola clase, como consecuencia de la moda o de los azares historicistas.
El teatro popular será entonces reflejo de lo que le acontece a todo un pueblo enlas raíces mismas de su evolución. De esta manera cabrán en él tanto las acciones legendarias como las que caracterizan un acontecer inmediato, y cuyos medios fluctúan entre la sátira (exorcismo de los males a través
de la risa) y el desgarramiento de un testimonio colectivo. Sin embargo, no debe confundirse la ex-
presión popular con lo sórdido. La mugre, (podemos asegurar que la pobreza puede ser extremadamente limpia) la abyección, las imágenes de la fealdad que circulan como clisés de las clases desamparadas, no tipifican a un pueblo sino en sus peores crisis y caídas, cuando ya ha perdido la noción de su dignidad y, por ello, de la majestad de su procedencia.
Así mismo, el confundir teatro pobre con teatro harapiento es error que adultera la comprensión de lo que representa el pueblo, a la vez que destruye el alcance social y humano de lo escénico.
Cuando se trabaja en género tan apasionante debe también pensarse, (y me refiero aquí mas bien al teatro escolar, a los tablados que arman las compañías trashumantes y a los sitios donde se improvisa una representación) en la misión educativa del teatro, que ofrece a un conjunto de individuos la posibilidad de conocer, examinar y comprender los problemas que lo afectan, extrayendo de ello valiosas consecuencias, no importa lo problemáticas que puedan ser las conclusiones.
Por de pronto, para alcanzar tales fines sabemos que las líneas argumentales deben ser claras y precisas, lo mismo -que los diálogos; los personajes poseerán una humanidad reconocible y expresarán ideas que no necesiten aclaraciones adicionales para su asimilación. Los refinados matices sicológicos son, de hecho, obstáculo para las concepciones primarias de la vida que encuentra sus acentos convincentes y monumentales en la epopeya, más que en el drama o la tragedia.
Comprendemos entonces que estamos avocados a una exigencia de inmediatez, a una codificación de las expresiones directas, eludiendo en lo posible un trasfondo vago de alusiones y medias tintas.
No quiere decir esto que la visión de lo popular entrañe conceptos acartonados ni especímenes de una sola pieza. Más bien se trata aquí de las excelencias de la síntesis, de las complejidades de lo simple. En este género teatral reducir un carácter a sus mecanismos fundamentales no implica pobre
za, sino potenciar al máximo las cualidades explosivas de unos cuantos ingredientes que prefiguran la totalidad.
Si quisiéramos entonces señalar algunas exigencias de . ese teatro que proviniendo del pueblo debe volver a él enriquecido, tendría más que referirnos a la fuerza y relieve de las situaciones, a la economía de los ingredientes, al atractivo de la fábula (un argumento debe poderse contar de la misma manera que se silba una melodía) y a la utilidad y trascendencia social de sus ideas.
Claro que no todos estaremos en condiciones de afrontar un reto semejante. Bretch lo ha logrado en Madre Coraje y en otros de sus títulos, a pesar del tecnicismo propio del consumado hombre de teatro que fue y del que hacen gala todas sus obras. En ellas la complejidad e intelectualismo pueden restarle aceptación a nivel popular, a pesar del profundo contenido político que poseen y tal
vez por esa misma causa.
Partiendo de estos requisitos básicos podemos encontrar un auténtico teatro popular en los Pasos de Lope de Rueda y en los Entremeses de Cervantes; en la Numancia, de este último autor, grandioso fresco del valor y decisión de una raza; en Fuenteovejuna, El Caballero de Olmedo y el Peribéñez,
de Lope de Vega; en el Don Juan de Zorrilla, más que en el de Tirso de Molina, que le aventaja en calidad; en algunos elementos de Valle Inclán, o de Don Cristóbal (aunque éste cae dentro del género de las marionetas) de García Lorca. Como se verá, limito mis referencias a los ejemplos mayores de nuestro idioma. Estas consideraciones, que he traído a colación a causa del modesto intento de mi pieza, no significan presunción, sino que quieren ofrecer un incentivo a todos los que se ocupan del teatro en nuestro país, para que profundicen en un género de tanta trascendencia para el momento histórico que nos toca vivir, que es de concientización y rescate de los valores tradicionales. Así, el hecho de que ahora publique esta pieza breve, parte no sólo de mi propósito de descarganme de todo un material inédito que me abruma y que ha sido almacenado durante largos intervalos de actividad creadora, sino de mi interés por alentar un auténtico arte popular dominicano, no populachero, ni comercial, ni oropelesco, ni panfletario, sino un teatro sano y vigoroso, expresián fidedigna de nuestros anhelos y experiencias. Los personajes de El Rey Clinejas me fueron traídos por la realidad. Han vivido conmigo desde mi infancia y han encarnado, para mí, las luchas del hombre entre el mito (otra forma de religiosidad) y sus consecuencias; del hombre que siempre; o se mueve entre dos edades o épocas contradictorias que debe superar aún a costa del sufrimiento suyo y del ajeno. Los dos mendigos (el Rey Clinejas y el Cojo) representan dos polos antágónicos de una misma verdad que casi serán imposibles de conciliarse a lo largo de una vida. Son los personajes básicos, entre los que se mueven los niños en ese momento crucial de sus metamorfosis, cuando al misterio de la niñez va a oponerse la revelación de la adolescencia. Dice Eluard, en verso iluminado, que vivimos olvidando nuestras metamorfosis; o lo que es lo mismo: vivimos olvidando nuestras muertes sucesivas. Mi pieza glosa dos de esas muertes, la que enfrentan los niños en su crecimiento y la que asume el Rey Clinejas cuando, tras aferrarse a 1a ilusión, su mundo se derrumba. Después de tan desgarradora experiencia deberá encontrar nuevo terreno en qué afirmarse, crear nuevas trampas para justificar las excelencias de sus vuelos imaginativos, ya que un brusco descendimiento a la realidad, para mantenerse en ella, supondría la locura. Los demás personajes responden a necesidades de equilibrio; son los soportes sobre los que descansa la acción y el complemento natural de ese ambiente en que el pueblo se haya inmerso. El Capitán representa un concepto de la autoridad y de las leyes muy común en un país de caudillos y dictadores como es el nuestro; María tipifica a la hembra astuta, maestra en el arte de seducir; el joven Sargento, en cambio, es tul ideal de comprensión y de solidaridad humanas. He aquí los propósitos de una obra que fue escrita inmediatamente después de Vacaciones en el Cielo y que pudo beneficiarse de ella en cuanto a la disposición de las situaciones y los diálogos. Son dos obras criticas de nuestro mundo, aunque El Rey Clineja apunta, como ya he dicho, hacia las esencias más libres y primitivas del Folklore.
Manuel Rueda



No hay comentarios:

Publicar un comentario