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Escritos: Revista Cultural

domingo, 26 de mayo de 2019

Cuentos de amor y de misterio-Carlos Lebrón Saviñón,pdf, descarga gratis


Carlos Lebrón Saviñón:

¡Qué importa... soy feliz! o el arte de contar casos. En el principio la presencia era impalpable. Era un triángulo agitado por el instante, imperceptible, en gravedad, en las convulsas sombras del pensamiento.
El hombre escuchaba el reseco rumor de sus labios, la obstinada cólera de la noche, la lejanía cilíndrica del horizonte. Había que" contar" los estruendos de su rostro, amontonar la ceremonia del paisaje, pasar por la arena y terminar en el eco del mar, en la piedra gigante del lenguaje del aire. Había que descifrar las líneas de la claridad, la profusión del ser junto al hollín de la luna, los muchos dedos chorreantes del trébol.
Todo se levantaba en el lado verde del camino impuro. La historia estaba vacía y entre las encías del espacio había una lluvia de sueños que contar.
Cuando el arco de las palabras se puso de pie sobre la roca, la metáfora creó el desequilibrio deseado. El cambio era el devenir, el tejido del juego verbal. Todo aquello era un aviso para empezar en la arquería del rito y el deseo, a contar con curiosidad lo que la mirada descubría en la escritura de las alas lisas de los cuatro puntos cardinales.
Leyendo la más reciente obra de Carlos Lebrón Saviñón (¡Qué importa... soy feliz) percibimos su ilimitado universo de inventiva.
El oye, ve y toca, teje y desteje una substancial sensación de plenitud en la realidad de las cosas. El narrador nombra las cosas con un sentido distinto, incendiadas de un nosotros que le pertenece instantáneamente¡ un nosotros plural, reversible que dispersa al yo y al tú, intrincado en el relato de manera enigmática, o como símbolo de la mirada
del otro para palparse de forma fragmentada.

Los relatos-sucesos o relatos-casos de Carlos Lebrón Saviñón, son textos de signos instantáneos, donde se transfiguran los gestos, infundiendo una conjunción de mundos que van más allá del asombro y el reconocimiento.

El autor trasmuta la invención narrativa a través del suceso, como eje sintagmático; puesto que él es un personaje relator de su universo óntico, como enclave de su orden empírico y misterioso, de su realidad vivida y su grado de omnisciencia.

La subjetividad de los textos que componen esta obra, no se aproxima a un mero sustrato autográfico, ni a un yo hegemónico, puesto que él no es un sujeto de simple transcurrir cronológico.

El narrador dirige el mensaje a un receptor copartícipe. Apela a la evidencia, al alfabeto de símbolos que los interlocutores comparten, transmitiendo una codificación inseparable del objeto representado a través de una formación expresiva rítmica y sintáctica.
Se ha dicho que el cuento es también un acontecimiento língüístico que trasciende a su fuente originaria como estructura sincrónica.
Lebrón Saviñón como creador, aporta en algunos de los relatos de este libro (La consulta, Aún después de la muerta, La lista) símbolos orales de la cultura afro-caribeña y ccznnotaciones de matices polisémicos.

En el universo básico del negro de estos textos (mito y fábula), hallamos el depósito verdadero de sus sentidos, de su vivir y hacer: su situación de ser-en el mundo con un destino conjetural o paradójico. Son sucesos impregnados de coordenadas históricas, sociales y culturales que refieren como discurso-relato las contingencias que se insertan en la obra, y una lectura gnoseológíca del juego existencial en el cual intervenimos todos.
La narrativa de Lebrón Saviñón nos retrotrae al momento del origen de las cosas, al eterno recomenzar de todo. Su narrativa tiene parentesco con la sensación de conjuro del rito, puesto que escenifica planos imaginarios, donde el tiempo cotidiano es impreciso e irreversible; sin progresión hacia el futuro o el después.
Hay en algunos de estos textos, una función "explicativa", estereotipada, convencional (La fea, Fruto de amor otoñal, La loca) y en otros, una validación del lenguaje del mito, ante la infinita ausencia de nombres.
Lebrón Saviñón acentúa esa forma diversa y esencial de literatura, esa escisión hombre-mundo y deseo, a través del illo tempate del mito. Sus relatos atesoran como testimonio, estratos profundos de la imaginación primigenia, laberintos por donde el sujeto canaliza la estructura psíquica de su preconciencia, de los núcleos intraducibles de ese lenguaje secreto que la literatura inventa y reinventa, fundamentado en un sistema metonímico en correspondencia con el orden natural hipotético, algo ritual.
Estos textos cumplen una magnífica función referencial al círculo aparente del proceso vital del ser humano.
El narrador nos muestra, en los diecinueve trabajos que componen este libro, una clausura solidaria intra y extra discursiva para verificar que las cosas son un género en sí, un género en el cual precisamente no existen fronteras contrapuestas, quizás una noción de verosimilitud o realismo, o una estrategia de asumir "lo extraño" como atributo de "maravilloso" (Más cerca de la muerte). No hay una definición absoluta de qué es un caso. Se entiende con certeza qué es una narración breve, que "la situación que presenta puede ser real o fantástica, reveladora del carácter humano y también de la naturaleza absurda del cosmos o del caos" (EnriqueAndersonImbert], integrando en la exposición inventiva ordinaria o extraordinaria lo onírico y lo verosímil.
Desde nuestra perspectiva Lebrón Saviñón opera en este libro de manera específica con principios de la autonomía estética del caso.
Su originalidad creativa pone de relieve la ficcionalidad del discurso como un orden posible para "pensar a partir del símbolo" (Paul Rícoeur], sin disolver el uno en el otro.


Ylonka Nacidit-Perdomo
Centro de Investigaciones Literarias
Biblioteca Nacional

https://drive.google.com/file/d/1lGW1lXUVwB5-QeT8E_m3-PUEiEMtMX2v/view?usp=sharing

lunes, 20 de mayo de 2019

La búsqueda de los desencuentros-(Cuentos) -Arturo Rodríguez Fernández,pdf descarga gratis

Empiezo a creer que debe tratarse de una maldad, de una conspiración secreta, de un acto de sabotaje, porque no sé cómo llamarle de otro modo ni encuentro otra explicación posible. No acabamos de enterrar a uno y ya se nos muere el otro.  He visto partir a tantos que me da pánico. Primero fue Humberto y años después Enriquillo, y luego Luis y Blas y ahora Arturo, y Villegas que se nos muere, y no sé cuántos otros que no recuerdo. Nos vamos quedando solos, irremediablemente solos en esta media isla, sin poetas, sin escritores, sin artistas, sin gente buena, sin amigos, sin los viejos colegas, sin referentes, solos y vacíos en medio de esta modernidad ruidosa y tardía.

Yo leí atento sus libros de cuentos, La búsqueda de los desencuentros, que es un conjunto de dieciseis cuentos intimamente relacionados entre sí por su temática en los que se incide siempre en el mismo tema y a veces, incluso, sólo resultan variaciones y repeticiones, modificaciones y pasos adelante de una misma idea.

 Subir como una marea, sus relatos de claro influjo cortazariano premiados en los concursos literarios de Casa de Teatro. Leí su novela experimental Mutanville, un libraco rarísimo, tipo tabloide, que se me deshojaba en las manos mientras lo leía, un libro que se devoraba a sí mismo, autofágico, en realidad una novela colectiva, un texto polifónico escrito a múltiples voces, completado por otros escritores amigos y por el azorado lector, la historia del Gordo y su mujer. Hace algún tiempo José Alcántara Almánzar me pidió cortésmente que escribiera para una página institucional unas líneas sobre El sabor de las hormigas, el último libro de cuentos de Arturo Rodríguez Fernández, publicado por el Banco Central. Es curioso: la ilustración de la cubierta del libro es un cuadro de José García Cordero, Noche roja, que por años decora la entrada a la Secretaría del Banco, donde laboro. A José le debo una disculpa por mi omisión.  Por razones que no acierto a explicarme fui posponiendo una y otra vez la respuesta a su petición. Ahora siento que es tarde, demasiado tarde, y un sentimiento cercano a la culpa me acosa. Ahora no sirve de nada porque Arturo no verá mi reseña de su libro, ni sabrá que sus cuentos me gustaron; no verá más películas, ni las comentará en el periódico o la radio, ni escribirá más relatos. Sus párpados se han cerrado para siempre, y ahora junto a su ataúd, frente a sus restos mortales, ya no sé qué guarda su fina retina cinematográfica, qué quedará guardado allá en el fondo de su extraordinaria memoria visual, que es la memoria del arte del siglo veinte, y sólo deseo que en el Cielo haya butacas y salas de cine para que él, agnóstico, esté allí sentado frente a la pantalla y de pronto se apaguen las luces y se descorran las cortinas y se encienda la magia, la linterna mágica, y salgan imágenes jamás vistas de otro mundo, de películas jamás filmadas, y se divierta y goce de lo lindo y sea feliz, inmensamente feliz porque el cine es eterno y no conoce la muerte, como Dios.

(Arturo Rodríguez Fernández, escritor y crítico de cine dominicano, nació en Santo Domingo en 1948 y murió en la misma ciudad el 16 de abril de 2010).

Fuente: Fidel Munnigh Acento: 21 de abril de 2018 | 12:08 am

CUENTOS

1-Cualquier nombre para Martha
2-Natalia
3- Sábado de mayo
4-Itaca
5-Siempre miedo
6-Restos
7-En busca de Amelia Cyo-Cyo
8-R. Julia 1. P.
9-Los datos callados
10-Lo que quedó de Graciela
11-Acompáñame a buscar a la mujer que se tiró del puente.
12-No le tengas miedo al Gordo
13-Solución del laberinto
14-Las olas anónimas
15-Los otros de ahora
16-Recuperación de tiempos

https://drive.google.com/file/d/1UceM56U9gGQOBdDHs8bKmYBIhhrKWD2B/view?usp=sharing

sábado, 18 de mayo de 2019

Cementerio sin cruces y Camino de fuego- Dos novelas de Andrés Requena, pdf, descarga gratis

Andrés Requena fue uno de los escritores dominicanos que sufrieron en carne propia la ira de Trujillo por haberse atrevido a criticar su régimen tiránico. Nacido en cuna humilde, se vio precisado a ganarse la vida como sastre y boxeador primero y, luego, como periodista y diplomático, oficio este que alternó con el quehacer literario. Poco a poco, Requena fue cobrando conciencia del oprobio que significaba la tiranía de Trujil1o, lo que le llevó, finalmente, a romper con él y con cuanto encarnaba. Es posible que esa decisión, que habría de costarle la vida, la tomara cuando desempeñaba las funciones de secretario de la embajada dominicana en Santiago de Chile, pero lo cierto es que, exiliado en Estados Unidos, los esbirros del régimen terminaron por asesinarlo en Nueva York en 1952.
La Comisión Permanente de la Feria del Libro ha querido, pues, rendir tributo a este mártir de la tiranía con la publicación de dos de sus novelas: Cementerio sin cruces y Camino de fuego, desconocidas en el país. Las dos obras figuran en un solo tomo.
  Requena no es un narrador de altos vuelos, pero escribe bien y, sobre todo, importa a los lectores dominicanos por lo que cuenta. La publicación de las dos obras citadas va dirigida particularmente a las nuevas generaciones.

Es su obra, Cementerio sin cruces, una requisitoria no sólo contra el caudillismo sino contra el dictador y su familia, la que le instituye en enemigo mortal de aquella dictadura. Si algunos elogios contenidos en los Romances... o una lectura favorable de Los enemigos de la tierra, que estructuralmente guarda similitud con La Mañosa, de Juan Bosch, en cuanto a la crítica al caudillismo, pudieron haberle favorecido para que la dictadura le tomara en cuenta como intelectual que debía pagar su tributo a la adulación de Trujillo, hay que decir que el premio fue merecido. Ningún intelectual -y mucho menos el hombre común- podía escapar al control totalitario de la dictadura.

Camino de fuego

Los temas de un escritor no guardan relación con cronología alguna. Si Los enemigos de la tierra abordaron, como novela, el tema de la migración del campo a la ciudad en una fecha tan temprana como 1936, tema que hasta ayer ocupó la atención del largo primado de la teoría del subdesarrollo, no es menos cierto que cuando uno lee Camino de fuego no queda otro camino que sugerir que el asunto que preocupa a Requena entre 1937 y 1941 es el tránsito de la colaboración con la dictadura a su abierta confrontación.

DIÓGENES CÉSPEDES
Encargado de Ediciones
Comisión Permanente de la Feria del Libro

https://drive.google.com/file/d/1SFZPup-6f6Cu1dhkNP-TLbRVDD5bSU-8/view?usp=sharing

jueves, 16 de mayo de 2019

Escalera para Electra-(Novela) -Aida Cartegena Portalatìn, pdf, descarga gratis

En Escalera para Electra la violencia es regularmente ejecutada a través del hombre, pero el origen de la acción reside en la partícula femenina; no como signo de negatividad sino de control y poder. El varón que construye Helene cuenta con las cualidades asociadas al pater familias caribeño: Don Plácido es un criollo de guayaberas almidonadas, bota lustrada y sombreros de delicada paja; su afán se divide entre finas cabalgaduras y gallos de pelea. Cuando lo describe, la biógrafa no profundiza en sus intereses; lo moldea a la imagen del hacendado típico. La contraparte masculina de este prototipo es Chano, trabajador de origen humilde en quien se resumen la sagacidad y el servilismo: “PARRAFO INTERCALADO Sobre el campesino de Dominicana, que aun vive en servidumbre, pesan las más crudas ironías: injusticia de la justicia”. El muchacho es parte de la peonada que labora en la plantación de tabaco rubio perteneciente a la mujer de Plácido, quien es a su vez motivo de tensión entre los hombres y contraparte de Swain, de quien es madre y rival. Adelanto aquí que la tirria entre hija y madre es la línea que atraviesa la novela.
En un estudio sobre las identidades sexuales en Escalera, Lorna V. Williams destaca el que la madre de Swain permanezca sin nombre en la primera parte de la trama; a este personaje no se le asigna valor onomástico y es referido mediante convenciones de lo femenino1. Aída plantea de este modo el carácter totalizador de los personajes; si bien sus acciones se determinan bajo signos específicos (violencia-sexualidad) su contextura engloba circunstancias habituales, universales para dominicanas y dominicanos. En principio, la ausencia de un nombre propio para la mujer en un texto donde los nombres han probado ser relevantes, es una de las muchas formas utilizadas por la autora para describir la apatía hacia lo femenino y su participación en los procesos culturales, políticos y sociales en Dominicana. Es cierto que desde la primera década del trujillato el feminismo propuso un vuelco histórico al conseguir el derecho al voto2, pero una mirada al canon literario revela inconsistencias y desequilibrios entre mujeres y hombres, tanto en la cantidad (no nivel) de publicaciones como en su estudio crítico.

En Escalera estas incongruencias se reúnen alrededor de Plácido y su carácter abusivo. La desgracia que funciona como elemento justiciero viene dada por un mandato pagano, un deus ex machina3 pensado por la mujer: Plácido aniquila a Chano por un impulso egoísta ya que hasta el supuesto adulterio, la esposa no pasaba de ser una fuente de beneficio; Helene dice que el hombre se casó “para vivir de las tierras y en la casa heredadas por ella (…) Ella quedaba sola en la finca. En la casa. En la cama. Noches enteras entre viejas sábanas caladas”. Esta visión de los hechos busca otorgar sentido a un acto de infidelidad que no queda aclarado del todo en la trama. Es el fantasma de la duda que hace de las maniobras de Plácido actos irracionales.
Del ultraje en forma de indiferencia: “La despreciaba como hembra. Resignada, y con una pena nunca expresada, hasta su propio sexo se anulaba”, el marido pasa al macheteo de Chano y a controlar la hacienda; encierra a la mujer y toma posesión de la casa y el trabajo. Procede a desterrar a los herederos Ramón César y Norberto, hermanos de Swain y probables hijos de Chano. Todo este patético episodio, explica Helene, es el escalamiento de una violencia que nace del supuesto pecado cometido por la mujer.
Con un fajo de billetes Plácido resuelve el asunto del asesinato. Así aparece El Gago, otro campesino. El Gago es uno de los pocos testigos del crimen, pero no puede producir una verdad completa, tanto por miedo y decepción como por su impedimento lingüístico; a la vez, El Gago es símil de la incesante repetición de los errores en los hombres y su imposibilidad de componer un lenguaje concreto. Esta novela la cuentan las mujeres.
Por último, Helene aprovecha el personaje para alumbrar con poesía el trance funesto: al construir una escena desde las cenizas del lar materno de El Gago, se dice que,
Desde su ventana podía contemplar en los amaneceres las nubes bajas que copaban el valle en invierno: contar los bloques alineados de los poblados que estaban abajo, y excitarse con la presencia de las amapolas, porque pisar sus flores justificaba la preñez de las muchachas. Todo su mundo anterior se derrumbaba sin el bohío.
En la mujer se reflejan el abuso hecho indiferencia y el maltrato físico-verbal; desde ahí se asciende a la figuración de lo sexual y las constantes coincidencias entre la violencia de los personajes y sus reflexiones en la sociedad. La mujer se duele por la muerte de Chano y muestra este sufrimiento sin pudor. La hombría de Plácido se ve amenazada y ejerce la disciplina pero la cura resulta peor que la enfermedad. Al no poder controlar las formas del luto, encierra a la mujer. El llanto desespera al energúmeno; tanto, que le empuja a exagerar el gesto malvado: aprieta un caño de pistola en la cabeza de la “miserable”, la insulta, la rebaja. Ante la resistencia de la hembra, Plácido procede al estupro, símbolo que dispone la violencia hacia el cuerpo sexual y lo compara al cuerpo de la nación. Aquí debo aclarar que aunque Plácido no es un elemento foráneo, sus actos criminales pueden compararse con el abuso de los dictadores nacionales y como se ha visto anteriormente las dictaduras de Trujillo y Balaguer encuentran raíz y sustento en la influencia norteamericana.

Rey Andújar


https://drive.google.com/file/d/1PmzUJIETWXfJ1BFumClrHJCBMgAJrNIS/view?usp=sharing

domingo, 12 de mayo de 2019

Colón, Procursor literario-Joaquín Balaguer

La historia de la literatura dominicana se inicia con el nombre de Colón que nos dejó, en su diario marítimo y en sus cartas, las primeras descripciones sobre la naturaleza de la isla y que supo sentir y expresar como nadie los encantos del paisaje nacional y aun trasmitimos sobre él una visión poética y a veces sobremanera literaria.

Es evidente que el eximio geógrafo no fue un artista verbal ni un escritor de estilo. Pero la naturaleza del trópico se refleja en sus escritos con toda la frescura y con toda la viveza de la primera impresión. La fantasía del genio, poseída por una deslumbradora embriaguez panteísta, se exaltó en presencia del mundo tropical, del nuevo paraíso en cuyos bosques no había aún aparecido la serpiente de la codicia humana. El hombre de otras latitudes, el europeo familiarizado con un paisaje exhausto y desteñido en que los mismos árboles tienen algo de artificial como en los cuadros de Nicolás Pussín y de Claudio de Lorena, relata con sencillez la emoción que en él produce esta tierra ubérrima, este suelo sin degeneraciones en donde la naturaleza conservaba aún el empuje primitivo de sus fuerzas ciegas y fatales. La contemplación de este nuevo y deslumbrador espectáculo excitó la fantasía poética y removió las fibras más hondas de la sensibilidad en el navegante de imaginación soñadora.

Joaquín Balaguer

https://drive.google.com/file/d/1TonmvNVwdcWOoUEI16XVoEiNyb9-Is9F/view?usp=sharing

viernes, 10 de mayo de 2019

Galariso -(Poesía) -Gastón Fernando Deligne, pdf, descarga gratis




El  libro de Gastón Fernando Deligne… Aparece en el momento en que la poesía de América amplía y suaviza sus moldes bajo la influencia de Bécquer, renueva y afina sus ideas con el ejemplo de Campoamor; en el momento en que los antes muertos horizontes de la poesía dominicana estaban electrizados por el entusiasmo civilizador de Salomé Ureña y por la efusión lírica de José Joaquín Pérez. De cuanto le da ese ambiente, toma Deligne lo que debe asimilar: obsérvese la maestría ingeniosa de su versificación, su ameno discurrir alrededor de la intrincada selva de la psicología,
obsérvese cómo toma de la poetisa patriótica el amor a los 'grandes ideales abstractos -Ciencia, Deber, Progreso-, que él escribe con mayúsculas; cómo sigue al gran emotivo en su añoranza de la raza aborigen, y a su ejemplo canta un episodio de la conquista: el sui'cidio heroico del nitaino Mairení.
Todas las influencias modeladoras, si bien dejaron a veces huellas exterior (tal la forma del pequeño poema campoamorino en La aparición, Soledad. Angustias), se funden en el espíritu del poeta bajo el poder de singular autarquía; y así, en el ambiente lleno de vibraciones líricas y heroicas, mientras surge Pellerano Castro, clamoroso y lbrillante, él pone una nota de reposo, de meditación juvenil, de impersonalismo a la vez tímido y discreto, voluntario apenas.
Suele pagar efímero tributo a la seducción femenina, sin que se le escapen gritos de amor; se acoge a los ideales d e Civilización, porque ellos son la tradición inmediata y el anhelo presente; sacrifica en los altares de la Patria, como quien cumple rito amable, no como quien se inspira en religión personal. Si no la persuasión poderosa, ensaya la persuasión delicada, con el sutil comentario de las almas, con la descripción, toda matiz de las cosas. Encontrado ya el procedimiento, el impersonalismo se afirma, se hace característico; a la postre, aunque momentáneamente, se plantea en esta excesiva y arriesgada fórmula (Quid divinum . . !) :
.
Que no sepan los otros tus pesares;
calla tus dudas, mientras más amargas;
vive en ti, si tu vida no es siquiera
un animado impulso a la esperanza.


iAh! Más que una fórmula, este infecundo consejo es una revelación. Es la cifra compendicusa de una vidahecha de labor y de sacrificio, que, torturada por la conciencia intensa y constante del minuto, busca la Liberación del olvido, y cuando ésta pierde su virtud, ensaya, con supremo esfuerzo autárquico, ascender, a través del mundo vertiginoso d e las formas, a la contemplación de las ideas jay! tampoco inmutables.
20s sorprende el ver que la juvenil devoción a los optimismos del excelsior y de la fe en el porvenir se haya trocado diez años más tarde en el pesimismo del Nirvana, y éste se transforma al fin en grave escepticismo no reñido con la acción?
"No es el poeta nacional", se decía de Gastón Deligne, tiempo atrás, en Santo Domingo. 2Se presumía, acaso, que llegara a serlo? Cuando la República nació, fluduando entre fantásticas vacilaciones, la poesía nacional era el apóstrofe articulado apenas de los himnos libertarios; cuando k nación adquirió la conciencia de su realidad, tras el sacudimiento de 1873, la poesía nacional fué la voz de esperanzas, el canto animador de la profetisa.
Hoy, cuando la desgótica Circunstancia -Némesis implacable- obliga (¡no! de5ería obligar) a los dominicanos a afrontiar sin engaños el problema social y político del país, el poeta nacional es -representativo de singular especie, pues diríase que encarna una conciencia coktiva no existente- el gnómico escéptico, certero de mirada , preciso y mordente en la expresión, audaz en los propósitos, irónico y a la vez compasivo en los juicios, ni halagüeñamente prometedor ni injustamente desconfiado: !es Deligne!

Pedro Henríquez Ureña (Fragmento del prólogo)

https://drive.google.com/file/d/1FtJOtp3cRR6TawLJI2mUS2cABMmfC_Zf/view?usp=sharing

domingo, 5 de mayo de 2019

Los algarrobos también sueñan -(Novela)- Virgilio Dìaz Grullòn, pdf, descarga gratis


TIEMPO Y ACCIÓN EN
LOS ALGARROBOS TAMBIÉN SUENAN

Los algarrobos también sueñan es una novela corta dividida en varios episodios que se corresponden con una sucesión de momentos encuadrados por la apertura y el final a través del personaje que, aun siendo secundario, desencadena con su tiro el retorno a la raíz, el viaje en el espacio y en el tiempo. Espacio múltiple: el real -de la copa del árbol al suelo, en una cámara lenta en la que intervienen las ramas para detener la caída- y el espacio psicológico en visiones que se retrotraen: escondite, arribo al mismo, abandono del campamento anterior, encuentro armado, guardia, llegada a la zona, decisión de partir, diálogo sobre la lucha armada, mitin, encarcelamiento, reparto de panfletos, contacto, entrada a la j R, comienzo de la adolescencia, niñez.
En cuanto al tiempo, el instante de la muerte que resume una vida irradiando las vivencias, es un leit-motiv en literatura; nombremos sólo algunos maestros en el género: Jorge Luis Borges, o Carlos Fuentes. El tiempo deviene entonces tiempo psicológico en el que caben las alteraciones más inverosímiles. A este tiempo psicológico, ha de sumárse1e la búsqueda iniciática del origen, de la raíz no ya como retorno a la infancia o al microcosmos sino al origen de la violencia. Porque Alberto, pese a odiar la violencia,
se convierte en brazo armado de la misma.

LA VIOLENCIA
Una será la violencia pensada por él, que racionaliza a nivel teórico y por la que siente profundo rechazo; otra es la interior, acumulada en su inconsciente desde la mañana de Reyes en que se le revelan las injusticias sociales y el racismo, aunada a la producida por el cura histérico del colegio. En ambos casos hay ya una reacción inmediata: Una respuesta individual e inesperada, producto de una rebeldía a Un sistema que marca al personaje al punto de confundir posteriormente, el coronel que dirige la tortura con el padre Anselmo.
Alberto justifica intelectualmente la violencia y ha aprendido a aceptarla como algo correcto en determinadas circunstancias, Recordando las palabras del instructor al indicar que "el entrenamiento del guerrillero no tennina hasta lograr un acondicionamiento total que le permita actuar por reflejos", ejecuta los movimientos necesarios para arrojar la primera granada sin más vacilaciones.
A su problemática de la no-violencia se yuxtapone el sentimiento de hermandad con sus compañeros muertos; se imagina la visión de Víctor y Rafael y la suya propia y al tomar el fusil dispara Como revancha. En la segunda y tercera etapa de su descenso se hallan varios diálogos importantes. Alberto sustenta una posición diferente de la de sus camaradas. Considera que:

a) el alzamiento no es oportuno en las condicione. p~.Clnte.,
dadas las experiencias desde Desiderio Arias hasta 111 invasión por
Luperón;
b) reconoce la falta de entrenamiento; y
c) el idealismo de sus compañeros ya que la revolución no puede, a
su entender, aislarse de las masas; por ende, la guerrilla para él no debe
resultar de un movimiento único.

Su decisión de participar en la lucha armada obedece tanto a su deber moral como militante, como -paradojalmente- a su odio por la violencia.
Aunque Alberto admite dos formas de ejercerla, "matando violentamente omurlendo violentamente" y está díspuesto'a aceptar la última, termina ejerciendo la primera.

El próximo diálogo en orden inverso, sintetiza su enjuiciamiento a la estrategia del movimiento al que pertenece y la posibilidad de un alzamiento armado. Vuelve entonces a tocar el tema de la violencia y su propia incapacidad ante la misma.
Quizás narrativamente estos dos episodios no logran los cierres trabajados de otros; sin embargo, son esenciales para la comprensión del protagonista no sólo como medio de elucidar sus motivaciones sino por el matiz político implicado.
En el estudio de Dorfman sobre la violencia el crítico menciona a este componente como el eje sobre el que se estructura la actual novela latinoamericana.
De la novela escrita en nuestro continente hasta 1940, del padecimiento y del despojo se pasa al registro de la activa posición individual.
Al ser componente esencial, la violencia no constituye el término de una antinomia, la alternativa que pueda racionalizarse; por consecuencia, el personaje está empapado de ella desde el comienzo y debe determinar cómo emplearla.
Parte integrante del sistema latinoamericano, esa violencia se halla en su narrativa yen más alto grado 'en la temática de la guerrilla.
La muerte, la tortura, la acción armada, la clandestinidad, la transitoriedad del guerrillero pesan sobre él, aún más cuando proviene de una clase media que lo radicaliza en sus conflictos y contradicciones. Ya sea que se ejerza la rebelión y la violencia como una forma de liberación colectiva-violencia vertical, dirigida contra los de "arriba" -como respuesta a la opresión o se dirija hacia otro ser humano, sin sentido social- violencia horizontal o individual -como reafinnación individual; o quede latente en el repliegue íntimo de la conciencia - violencia inespacial o interior-, todas estas formas se acompañan de innovaciones técnicas-violencia narrativa contra las formas establecidas tradicionales. Por eso, la respuesta de Alberto, que se inscribe: en una acción conjunta, previa elección individual, es un poco la señalada por Dorfman:
"El personaie latinoamericano está condenado a la violencia, pero al mismo tiempo importa esa entrega personal, esa visión desde dentro, como si al comprender un poco esa decisión, ese destino individual, se estuviera clarificando el problema mismo superando la violencia parcialmente al desentrañar el temblor vivo de algún ser americano cuya ficción es de carne y hueso".

  Autora: María del Carmen Prosdocimi de Rivera


https://drive.google.com/file/d/1llp2Dmh3mRMgJz6WPpoApCShXr_O2Y8X/view?usp=sharing

 

jueves, 2 de mayo de 2019

La mañosa-Juan Bosch -Novela)- pdf, descarga gratis

La mañosa es una novela que presenta la historia de una humilde familia que adquiere una mula por medio de el padre de la familia en uno de sus viajes, ya que este viajaba mucho, la mula era muy pequeña cuando llego a su casa, era muy inquieta, pataleaba, y armaba berrinches a cada momento por lo que le pusieron la mañosa, ya cuando era mas grande don pepe la utilizaba para hacer sus viajes, para comprar comida y vender telas. La madre de la familia era una ama de casa lo normal en aquel entonces. Esta obra consta de dos partes:
Luchas del gobierno contra el pueblo, para ese entonces. Mientras se iniciaban las luchas Don pepe no se hallaba en su casa por lo que antes de cada revolución su esposa se hallaba preocupada en espera de Don Pepe, mientras una de las primeras revoluciones terminaba, la familia aloja a Momón en su casa, le toman mucho aprecio.
Los vencedores:
El fin de aquella revolución traía paz pero dejaba muertos por doquier. Momón el hombre que había recogido la familia y a quien le habían tomado tanto aprecio, enferma gravemente, hasta el extremo de que no puede permanecer mas con la familia. La mañosa es robada de la casa y regresa irreconocible, totalmente acabada, ya no era la misma. Se presenta otra revolución la cual al finalizar trae muchas muertes como consecuencia, el alcalde decide matar alrededor de cincuenta hombres a lo que don Pepe queda indignado, pero nada pudo hacerse. Al llegar a su casa don pepe mira la cielo y dice que solo a su mula pudo quitarle las mañas pero a los hombres no hay quien se las quite.

Fuente: Autor: Harold Antonio Ramírez Zabala

https://drive.google.com/file/d/1G-EKRWWhJ1Zd3GjbfFwkYhmJgJVL1N06/view?usp=sharing